viernes, 5 de octubre de 2007

El Carniza y Ana Bolena

El Carniza y Ana Bolena

Tengo un amigo que es "carniza". Por si alguno no lo sabe la palabra "carniza" designa en nuestro país a aquellos que ganan dinero en la actividad de la carne. Hablo de la carne vacuna en general y un poco (aunque no mucho) de la carne porcina. Este "muchacho", que ya ronda los 50 y que es un poco menor que yo, se encontró con esta veta ya siendo un tipo grande. Tenía un camión mediano, Ford F 350, y comenzó a abastecer de achuras y menudencias a los restaurantes del centro de la ciudad de Buenos Aires. Luego puso un local en la zona fabril de Mataderos y después de la crisis del 2001 comenzó a crecer sin parar. Hace un año atrás se divorció de su primera mujer y luego se casó con una mina veinte años menor que él y que explotaba (aunque ya no lo hace) una peluquería de damas en el barrio de Liniers.
Juntos solíamos beber vermut en el club Pampero de la calle Larrazábal.
Era ( y es) un tipo sencillo y de poco alcance cultural pero que también suele ser muy acertado para los negocios. Nos llevábamos muy bien y nos gustaba hablar siempre de política, de mujeres y de fútbol.
La cuestión es que es que a mediados del año viajó con su nueva mujer a Europa. Anduvo por España, Francia e Italia. Y en Italia saludó a algunos de sus parientes lejanos de la zona de Reggio Calabria. Antes de regresar estuvo en Londres. Y en Londres, como es natural, anduvo visitando lo que visitan todos los viajeros. El río Támesis, La catedral de Saint Paul, El Parlamento, Picadilly Circus, Notting Hill y finalmente el Puente y la Torre de Londres.
Hasta aquí todo bien, todo normal.
Sin embargo hay algo mas.
Un sábado a la noche, entre Cinzano y Cinzano, me refirió haber visto en su visita a la Torre una especie de figura blanca perdida entre la niebla.
Aquello me dejó perplejo.
-¿Estás seguro? Le dije.
-Claro que sí.– me contestó. La vi dos veces al final de un pasillo bastante largo. Supongo que era un resplandor entre la niebla. Tenía forma de mujer. Con la cintura entallada y una pollera larga. Yo lo atribuyó a la niebla y a la luz que llegaba de unas ventanas que estaban muy altas entre los muros de piedra. Te digo que esa torre es bastante tétrica y oscura.
-Lo que a mi me parece - le contesté- es que vos viste una imagen de Anne Boleyn.
-Ann lo qué? - me interrumpió.
–Una imagen, un espectro o algo así. –insistí–. Creo que viste el fantasma de Ana Bolena.
–¡ Dejate de joder! – me contestó.
Y luego comenzó a matarse de risa.
-Tomá otro Cinzano! –agregó mientras no dejaba de reír.
Yo le hice caso de inmediato y decidí no insistir con el tema.
Cuando salí del club, sin embargo, y mientras caminaba por las nocturnas calles de mi barrio me puse a meditar acerca de la misteriosa trama que subyace debajo de las acciones que llevamos adelante los seres humanos.
Algo ciertamente inexplicable había vinculado a mi amigo el carniza con Ana Bolena.
Algo por demás extenso y misterioso que estaba por completo fuera de mi alcance.
Pensé en la bellísima esposa de Enrique VIII y en su digna actitud ante el escarnio al que la había sometido su infame marido. Tenía, según los historiadores, una gracia única y unos ojos hermosos, disponía de facilidad para tocar instrumentos musicales, para bailar y para mantener una conversación interesante sobre cualquier tema. Sin duda una mujer atractiva. Acaso la mas bella de Londres en aquella época.
Y se dice que en el momento final le dijo al verdugo ““No te daré mucho trabajo, tengo el cuello muy fino”.
En todo aquello pensé transitando las calles de mi barrio.
En fin, quisiera comentarles además, y para dar este asunto por terminado, que mientras regresaba caminando a mi casa tuve la oportunidad de ver algunos carteles publicitarios de un canal cultural de cable. El aviso promocionaba un film de historia en su programación y saturaba las marquesinas y las paredes de mi barrio en aquella noche de luna llena.
Y el título de la película(ya se lo habrán imaginado) era nada mas y nada menos, que Ana Bolena.

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