domingo, 1 de julio de 2007

Un Muerto en Mataderos

Ayer por la tarde, gravísimos incidentes bañaron de sangre y luto las calles del barrio porteño de Mataderos. Sucedieron al finalizar un partido de fútbol. Hordas desatadas de varones jóvenes se enfrentaron entre ellos a los golpes, utilizando palos, piedras, cuchillos y armas de fuego y también destrozaron bienes públicos y privados de la gente. Se incendiaron automóviles, se saquearon comercios y como complemento doloroso murió una persona con la cabeza destrozada.
Ahora bien, la pregunta es ¿Porqué pasan en nuestra sociedad cosas como éstas? ¿Porqué una parte importante de nuestra juventud emplea sus energías de ese modo?
Yo quisiera intentar la aproximación a una respuesta.
En primer término, debo decir que quienes promueven los incidentes son una minoría, es verdad, pero de ningún modo una “pequeña” minoría como suelen afirmar algunos analistas confundidos.
Son cientos de miles de jóvenes de nuestra sociedad que, en mayor o en menor medida, actúan de ese modo. Muchos se hallan en precarias villas pero otros lo hacen en casas de material, con todos los servicios sanitarios a su disposición y además van a estudiar, comen bien y tienen ropa y abrigo.
Ahora bien, está claro que toda esa juventud vive en una sociedad carente de otros principios que no sean los materiales. Hace muchos años ya que conceptos de autoridad, de valores morales o de amistad desinteresada han dejado de formar parte de nuestra vida cotidiana. Vivimos en un país dónde la Ministra de Economía se “olvida” 140.000 dólares en el baño del Ministerio. Una sociedad dónde el ascenso social, el estudio y el título universitario ya no son vías para progresar en la vida.
Es como un movimiento de pinzas que se cierne sobre nuestros jóvenes.
Caminan por las veredas y miran en las revistas de los kioscos las mujeres mas hermosas y soñadas a las que muy probablemente jamás accederán. Observan en la TV (para ellos el cine es muy caro) paisajes de lugares que jamás visitarán. Y miran circular por las calles lujosos automóviles que jamás compraran.
Esto siempre ha sido así. Y no estoy propugnando para solucionarlo ningún colectivismo retrógrado. Sólo que antes, en nuestra sociedad regían muchos valores, los jóvenes tenían ejemplos dónde mirarse y había esperanza y contención para todos ellos.
Hoy vagan por las calles sin saber otra cosa que hacer que enfrentarse a los golpes contra otros similares. A muchos les cuesta demasiado tener una novia o un trabajo estable. Beben cerveza o fuman porros tirados en las veredas o en las plazas y los parques.
Y por sobre todo carecen de contención.
Desconocen el reto severo del abuelo o del padre. Cortan calles y ocupan colegios sin recibir sanción. No los amonestan en el secundario ni los llevan presos en el estadio. La disciplina para ellos es un concepto muy vago. Y ya hace muchos años que han dejado de hacer el Servicio Militar.
Están en el fondo desamparados, llenos de energía, con la sangre bullendo dentro de ellos y deseosos de hacer cosas. Y mucha de esa energía la utilizan en la violencia que todos lamentamos.
Ya es hora que nos ocupemos de ellos, que les pongamos límites y los contengamos.
Y si no le hacemos, con seguridad que nos seguiremos lamentando.

No hay comentarios: