viernes, 6 de julio de 2007

Néstor Ravazza y Yo

Entonces comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver.
Joaquín Sabina. Peces de Ciudad.

Hace un par de semanas atrás volví al mismo lugar del barrio de Belgrano donde una vez fui feliz. Recorrí cada vereda y cada calle e intenté (pero no pude) volver a entrar al pequeño bar de la mitad de cuadra donde solía beber con un par de amigos algunos años atrás. El bar ya no estaba más en la mitad de la cuadra, ahora tan solo había una enorme torre de propiedad horizontal.
Todo sucedió como en la vieja letra de un tango y la situación me llenó de desconsuelo. Debí respetar, pensé, la advertencia que Sabina me hacía desde la letra de su canción.
Aunque no fui yo quien tomó la decisión de ir allí.
El verdadero culpable es Néstor Ravazza, el es quien tomó la determinación por mi. Y yo, como siempre, no dejo de hacerle caso. Hay veces (y son muchas) en que quiero dejarlo todo y largarme a algún lugar lejano pero el no me lo permite.
Está obsesionado con Buenos Aires.
Lo escucho hablar y a veces se jacta de frecuentarla mas que nadie o al menos, dice, de recorrerla mas que nadie. Siempre hace alarde de conocer casi hasta el límite de la perfección a la ciudad y su frontera urbana. Y suele vanagloriarse de continuo ante mis amigos acerca de la altísima probabilidad de que no hubiera una calle o una avenida por la que no haya dejado alguna vez de circular. Incluso una vez hasta se tentó de marcar en un mapa cada uno de los lugares por donde en su momento había transitado para darse el gusto de verlo cubierto en su totalidad.
En cambio yo no soy así. A mi me gusta el retiro de algún lugar cercano a la naturaleza. Una casa con algo de fondo, donde pueda escribir tranquilo durante el día y encender algo de fuego por la tarde.
Lo cierto es que ya me tiene cansado de verdad.
En especial por sus ínfulas de escritor y por su tendencia, cada tanto, a manifestar un orgullo extraño y pendenciero. Es un tipo que me aísla de la gente y que a veces bebe demasiado. Por eso he decidido de ahora en adelante seguir al pie de la letra la advertencia de Sabina y no volver jamás a pisar esa zona del barrio de Belgrano.
Aunque el hecho de escribir este pequeño relato – lo juro- es la última de las concesiones que le hago.

1 comentario:

Ludwing Varela dijo...

Que tal, bueno pasaba para darte la direccion de mi blog, www.dantequemante.blogspot.com
soy el que escribe en la pagina de los cuentos, ludwingstar, bueno espero que sea de tu agrado, hata luego.